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Por: Daniel Cruz | El Partido de la Liberación Dominicana arriba hoy a los 50 años de su fundación. En otras palabras es ya un
cincuentenario, lo que significa que dos generaciones de dominicanos que nacieron en 1973 han estado expuestas a su influencia. En ese razonamiento no incluimos a todos los dominicanos y las dominicanas que en 1973 tenían dos años, cinco años, diez años y hasta 15 o 16 años de edad, ni a los que nacieron después de ese año, que lógicamente deberían ser muchos más.
Hacemos este razonamiento para dejar en claro desde el inicio que son varios los millones de personas que de una manera u otra han estado expuestas a la influencia del Partido. En ese proceso de relaciones mutuas con los miembros de nuestra sociedad y en el de su propia vida, el PLD ha quemado las etapas de su organización (1973- 1974), de su desarrollo y crecimiento (1975-1986) y de su adultez (1987- 2023).
Bajo la dirección de Juan Bosch y un reducido grupo de dirigentes el PLD ha dejado su impronta en la sociedad dominicana. En cada una de esas etapas, desde el gobierno y desde la oposición, sus aportes materiales a la sociedad están ahí, son visibles en el aire de modernidad que exhiben nuestras grandes ciudades, modernidad que por ser parte de nosotros desde hace años la notan más los compatriotas que regresan de otras naciones y la comparan mentalmente con lo que habían dejado. También están los progresos y avances de los servicios públicos que el actual gobierno se ha encargado de echar por tierra, así como el respeto a los derechos constitucionales y las libertades democráticas, el establecimiento y elección de las altas cortes de manera transparente. Todo eso está ahí, a la vista del que lo quiera ver o lo pueda ver cuando supere la ola de prejuicios que aún golpean a muchos, como esas fiebres altas que producen alucinaciones.
Sin embargo, el aporte al que queremos referirnos realmente es a uno en el que quizás nadie ha reparado porque se trata de un aporte intangible que el PLD le ha hecho a la sociedad dominicana.
Durante la etapa de organización y la de crecimiento y desarrollo por el PLD pasaron miles, decenas de miles de dominicanos que en un proceso dialéctico de influencia mutua quedaron marcados, enriquecidos, por el Partido. Esto merece una explicación. Los peledeístas ingresaban al PLD por un círculo de estudio. Aquí adquirían entrenamiento político práctico y teórico. Se trataba de un proceso arduo y de muchas exigencias que motivaba que de los siete compañeros que integraban un círculo de estudio antes de llegar el momento de su evaluación para miembros el círculo de estudio quedaba incompleto. De los siete se habían retirado cuatro y a veces hasta seis. Eso era lo normal y había sido previsto por Juan Bosch, quien lo explicó en más de una ocasión. Así las cosas, los cuatro o los tres o los dos y a veces el único compañero que quedaba en el Partido de los siete iniciales debían integrarse a otro círculo de estudio que muy bien podía ser uno más avanzado que el disuelto o más atrasado.
En ese proceso se producía un fenómeno dialéctico con dos caras, una de ellas miraba hacia el Partido y la otra hacia la sociedad. Lo que tenía que ver con el Partido consistía en que los circulistas que quedaban en la organización pasaban por la experiencia de ver disuelto su círculo de estudio a veces más de una vez. Y durante esa etapa pasaban sin que se percataran por un proceso de cualificación que en biología denominan selección natural. Esos compañeros se fortalecían políticamente y en su convicción de ser dirigentes del PLD. De ahí salieron luego los mejores dirigentes medios, activistas nacionales y miembros de los comités Central y Político.
El otro aspecto es menos visible, incluso para los propios peledeístas. Nos referimos a la segunda cara del proceso, la que mira hacia la sociedad. Resulta que el circulista que a los seis, nueve o más meses se veía en la obligación de salir del círculo de estudio, ese compañero ya no era el ciudadano del momento de su organización en el PLD como aspirante a miembro. ¡No! Ya era un ciudadano transformado, pues a pesar de no haber terminado la fase de circulista, esa persona continuaba su vida en la sociedad convertido en un mejor individuo. Ese excirculista se había transformado en un ciudadano consciente de sus responsabilidades cívicas, de sus derechos políticos, en un conocedor de la historia del país, lo que a muchos ayudó en los estudios de sociales en la escuela secundaria y en la universidad; pero sobre todo ese compañero, en función del nivel que había alcanzado en el círculo de estudio abandonado, se había ejercitado en el análisis de los fenómenos sociales y políticos nacionales e internacionales, lo que lo convertía en un ciudadano con mayor conciencia política. No sabemos a cuántos ascienden esos dominicanos, pero deben ser decenas, centenares de miles si estimamos que por cada circulista que llegaba a miembro debería haber cuatro o cinco que quedaban en el proceso.
Todos conocemos los trabajos de adecentamiento de la justicia, del fortalecimiento de las instituciones del país, de su apertura al mundo, del establecimiento de una Constitución avanzada, como las de los años 2010 y 2015, en fin, el país tiene a su alcance el conocimiento de los aportes materiales. De manera concomitante con todo eso, sin que estuviera al alcance de los ojos de la cara sino al de los ojos del entendimiento, el Partido de la Liberación Dominicana ha hecho aportes fundamentales a nuestra sociedad en el fortalecimiento del sistema de partidos del país, por ejemplo. Y precisamente, aportes como el que hemos querido destacar en este comentario son de los que resultan fundamentales en el fortalecimiento de nuestro sistema de partidos y de una conciencia cívica nacional.
Y lo mejor de todo, compañeros y compañeras, es que la historia continúa porque para beneficio del país hay Partido de la Liberación Dominicana para rato.