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Por: Pablo del Rosario | Dada la multiplicidad de escenarios en que se manifiesta la “violencia”, considero que para combatirla sería más eficaz, si el esfuerzo se enfocara en identificar y combatir las causas que propician esa realidad.
El escenario intrafamiliar, involucra varios actores y diversos tipos de violencia, tales como: de género, maltrato a niños, niñas y adolescentes. No surge de la nada; se alimenta de contextos sociales, económicos y culturales que la perpetúan.
Factores como la desigualdad, la falta de educación emocional, los modelos autoritarios y la normalización de la agresión en el hogar colaboran en la creación de un ambiente donde la violencia se vuelve una respuesta frecuente ante los conflictos.
Es fundamental analizar cómo influyen los patrones heredados de generación en generación y de qué manera las estructuras sociales refuerzan o toleran el abuso en el ámbito familiar. Solo así será posible diseñar estrategias preventivas y correctivas que respondan de forma integral a la complejidad de este fenómeno.
Es imprescindible fomentar dinámicas familiares basadas en el respeto, la empatía y la comunicación.
La intervención debe comenzar desde la prevención, promoviendo la educación emocional tanto en las escuelas como en las comunidades, para que cada persona pueda reconocer y gestionar sus emociones de manera saludable.
Además, la capacitación de figuras de autoridad, como docentes, trabajadores sociales y personal de salud, permite idenc signos tempranos de violencia y actuar oportunamente.
Es importante fortalecer los sistemas de apoyo y denuncia, garantizando que las personas afectadas por la violencia intrafamiliar encuentren rutas seguras y confidenciales para buscar ayuda.
La creación de espacios de diálogo y reflexión, así como el acceso a servicios psicológicos y jurídicos, contribuyen a romper el ciclo de silencio y desamparo que muchas veces envuelve a las víctimas.
A largo plazo, la erradicación de la violencia intrafamiliar exige un compromiso social y político sostenido.