Endeudados y empapados

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Por: Domingo Batista | En la República Dominicana de 2025, la frase estar «endeudados y empapados» captura perfectamente la dualidad de crisis que azotan al país: una financiera, con una creciente deuda pública, y otra natural, representada por el huracán Melissa, que ha inundado calles y paralizado la vida diaria.

Ambas situaciones, aunque parecen desconectadas, revelan paralelismos profundos en su impacto económico, social y político. Mientras el gobierno emite bonos soberanos por miles de millones para cubrir déficits crónicos, Melissa deja a más de un millón de hogares sin agua potable y frena la actividad comercial.

La crisis financiera: un endeudamiento que ahoga

La deuda pública dominicana ha escalado a niveles alarmantes este año, con desembolsos que suman los RD$343,328.8 millones, equivalentes a 34,332.8 millones de pesos mensuales.

Según la Dirección General de Crédito Público, la reciente emisión de bonos soberanos por 1,600 millones de dólares eleva el total de deuda del sector público no financiero a 61,782.9 millones de dólares.

El Fondo Monetario Internacional pronostica que esta deuda alcanzará el 60% del PIB al cierre de 2025, colocando al país como la sexta economía más endeudada de América Latina, detrás de naciones como Bolivia (93.7%) y Argentina (78.8%).

El gobierno de Luis Abinader defiende su gestión, argumentando una reducción relativa del ratio deuda/PIB del 57.4% en 2024 al 56.9% en agosto de 2025, atribuida al crecimiento nominal del PIB (13% anual versus 7% en deuda entre 2021 y 2024).

Sin embargo, estos datos chocan con la visión económica del Partido de la Liberación Dominicana en la persona del exministro de Economía y miembro del Comité Político, Juan Ariel Jiménez, quien acusa al presidente Abinader de mentir y engañar con datos ilusorios.

Jiménez sostiene que el 56% de los préstamos financia déficits actuales, no solo deudas heredadas, y que el endeudamiento para gasto corriente viola la Ley de Crédito Público.

Lo que acentúa un déficit crónico que obliga al Estado a depender de mercados externos e internos, como la colocación de 20,000 millones de pesos en bonos internos en julio.

La Tormenta Melissa: Un Diluvio que Paraliza

Paralelamente, la tormenta tropical Melissa ha empapado al país, alterando la cotidianidad y exponiendo vulnerabilidades en la infraestructura. El Centro de Operaciones de Emergencias (COE) reporta 12 provincias en alerta roja, con inundaciones que han suspendido la docencia, reducido horarios comerciales y pospuesto eventos deportivos y culturales.

Más de 1.1 millones de personas carecen de agua potable, con 56 acueductos fuera de servicio, según el Inapa y la Caasd.

Aunque la tormenta ha descongestionado el tráfico y limpiado el aire en el Gran Santo Domingo, el costo es alto: trabajadores informales, que viven del día a día, enfrentan pérdidas, mientras que la economía sufre un freno temporal en su productividad.

Paralelismos Profundos: Dos Crisis que se Refuerzan

Los paralelismos entre estas crisis son evidentes y preocupantes. Ambas generan interrupciones económicas: la deuda compromete recursos futuros con pagos de intereses, similar a cómo Melissa detiene el flujo diario de ingresos para miles de familias.

Ambas afectan desproporcionadamente a los vulnerables, a los pobres urbanos por la tormenta, y las generaciones futuras por la carga financiera.

La república dominicana necesita una estrategia integral. Primero, mayor transparencia en el uso de la deuda: priorizar inversiones productivas que generen retornos, no solo cubrir déficits. Segundo, fortalecer la infraestructura contra desastres, integrando planes de emergencia con presupuestos realistas. Finalmente, un diálogo político genuino que trascienda acusaciones, enfocándose en reformas fiscales para reducir la dependencia de préstamos.

Estar endeudados y empapados no es inevitable. Con visión estratégica, la República Dominicana puede transformar estas crisis en oportunidades para una economía más resiliente.

De lo contrario, seguiremos navegando en aguas turbulentas, donde cada tormenta (financiera o literal) amenaza con hundirnos más profundo.