Vida en un mundo saludable

Getting your Trinity Audio player ready...

Por: Sergio Sarita Valdez | La especie humana constituye, hoy por hoy, el vertebrado más desarrollado que habita nuestro planeta. Se han requerido millones de años para avanzar hasta el punto en el que nos encontramos. La población mundial crece y la longevidad del Homo sapiens se expande gracias al desarrollo de la ciencia, la educación y la convivencia social. El espíritu gregario hace que, bajo condiciones ordinarias, la gente se organice para asistirse mutuamente y compartir las experiencias del colectivo.

El surgimiento de la división social del trabajo ha permitido la especialización y la expansión del conocimiento, así como el desarrollo de las artes. Las riquezas materiales se acumulan para el disfrute personal, familiar y colectivo. La soledad, la pobreza, la enfermedad y la muerte representan una eterna amenaza para la felicidad de las personas.

El modo de organización más simple con que cuenta la humanidad es la familia. Es en el hogar donde surge la simiente de los hijos, que pasarán por las etapas de la niñez, la adolescencia, la adultez y el envejecimiento hasta completar el ciclo vital, que se cierra con la muerte. Nacer y morir representan el principio y el fin existencial. Nadie dura para siempre, de ahí que nos definamos como mortales.

Aun a sabiendas de que nacer y morir es ley de vida, nadie en su sano juicio apuesta por la muerte. Este principio aplica más allá del mundo animal, pues se extiende al reino vegetal.

Deseamos mayor cantidad y calidad de vida. Vivir bien es un anhelo personal y colectivo. Para que ese gran deseo se cristalice, debemos cumplir una serie de compromisos y deberes, sin los cuales los derechos quedarían truncados.

Cuidar de la salud y evitar las enfermedades es un deber personal y colectivo. Para ello, necesitamos ser educados en ambientes sanos que se extienden desde el hogar, la escuela, la comunidad y la nación. Es difícil mantenerse sano en un hogar donde se carece de agua potable, fuentes energéticas, alimentos balanceados en cantidad y calidad, así como condiciones armoniosas de convivencia familiar.

El Estado ha de garantizar al clan familiar los servicios de salud, la escuela, el transporte, la seguridad ciudadana y las fuentes de ingresos financieros adecuados para enfrentar los retos socioeconómicos modernos.

Un país en el que al saber le llaman dicha y en el que cada quien tiene que salir cada mañana a buscársela a toda costa no merece el nombre de país; más bien es una selva.

Mientras vayamos a la cama mal nutridos para incubar pesadillas que denominamos sueños y luego despertemos creyendo que un difunto nos dio el número de la lotería, seguiremos apostando por la suerte, y así no habrá quien viva en salud.

Los responsables de conducir los destinos de un país deben gestionar la creación de condiciones para un desarrollo social justo, donde la ciudadanía crezca en paz y armonía, confiada en un mejor futuro para sus hijos.

Aspiramos a que la gente nazca y crezca sana, educada y confiada en un mundo sin odios ni rencores, sin violencia y sí repleto de amor y comprensión universal.