Argentina: Reeditar el Consenso de Washington puede ser catastrófico.

Por: José Manuel Castillo Betances | Los pueblos nos sorprenden dando salto tan extremo, cuando la crisis les golpea terminan jugándosela
y arriesgándolo todo. En el caso particular de Argentina, pasar de un gobierno de centroizquierda a
uno ultra liberal con alto matices de sensacionalismo político no es buen augurio y podría conllevar a
un nuevo desplome tipo la era del corralito, (2001), que dio lugar al nacimiento de uno de los temas
musicales más populares de la música pop “Color Esperanza, de Coti Sorokin”. Aunque, vale
destacar que el presidente electo señor Javier Milei, tiene buena formación en los temas medulares de
la economía.
El fenómeno del sombrío corralito surgió como consecuencia, entre otros factores, de la política
monetaria restrictiva que solo autorizaba el retiro de 250 dólares semanales, iniciativa del ministro de
economía Domingo Cavallo, que procuraba evitar la fuga de capitales que se expandió a granel en
más de 15 mil millones de dólares; teniendo su inicio a principio del gobierno de Fernando de la Rúa,
y, que se encubo en la época del gobierno del también sensacionalista “peronista” Carlos Menem,
cuando la nación del tango de Gardel, conoció la más grave crisis económica, política y social que
había vivido hasta entonces.
El impacto de tan controvertida medida desbordó la copa y fue tan descomunal que el pueblo en las
calles en una movilización popular y bajo la consigna “Que se vayan todos”, en diciembre de 2001
destronó el gobierno De la Rúa, sucesor de Menem, a ritmo de cacerolazos en apenas días. Dando
paso a una profunda crisis de estabilidad política que termino con unas cinco sucesiones
presidenciales. Nefasta experiencia que es muy válido tenerla en cuanta a los fines de evitarla.
El expresidente Menem con un gran fervor erigiéndose como el paladín neoliberal abrazó en aquellos
años la doctrina del Consenso de Washington, término que había sido acuñado por el renombrado
economista británico John Williamson por el año 1989, y, que fuera liderado por los organismos
financieros internacionales, como el Fondo Monetario Internacional, (FMI), el Banco Mundial, (BM),
y el acompañamiento del Departamento del Tesoro de los EE. UU.
Esta iniciativa de políticas económicas propugna por dejar en mano de la magia del mercado el
destino de la economía de los países latinoamericanos y en vías de desarrollo; con el supuesto
propósito de estabilizar su desempeño macroeconómico, liberalizar el comercio exterior, minimizar la
intervención del Estado en el manejo de las cosas públicas, desarrollar un amplio programa de
privatizaciones, flexibilizar el sistema financiero a fin de atraer un gran flujo de Inversión Extranjera
Directa y de otros géneros, como los capitales golondrinas que terminaron sepultando la economía
argentina, decálogo que Joseph Stigliz llama “fundamentalismo del mercado”. Hasta tal punto que los

renombrados Premios Nobel Stigliz y Paul Krugman consideran que el referido Consenso ha
agudizado la problemática de desigualdad en el mundo” 1 .
Propio es recordar que la era que le tocó gobernar al peronista Menem se inscribe en la llamada
década perdida de los 80, época en que la crisis de la deuda puso de rodilla a las economías de los
países latinoamericanos y caribeños. Para ese entonces, Argentina al terminar el gobierno de Raúl
Alfonsín, tenía una inflación que alcanzaba “un 3000% en 1989, seguido de una caída del PIB de un
10% en 1989-1990” 2 , lo que constituyó la premisa al desastre económico posterior.
Sin embargo, y, quizás con cierta razón, hay quienes entienden que la experiencia de Menem en la
aplicación del paquete de reforma fue relativamente exitosa a partir del hecho de que, aunque sufrió
el efecto negativo de la crisis mexicana del tequila de 1994-95, pudo mantener un nivel de
crecimiento sostenido “de 6%, en el periodo 1991-1998”. Habiendo logrado por igual una sustancial
reducción de la inflación que llegó a colocarse en 17%, y posterior a ello a un digito en el periodo
1996-1999” 3 . Aunque, el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC) de Argentina, revela
que en su diez años de gestión la inflación acumulada se colocó “en un 24.648%”. No obstante, es
propio reconocer que en su primera gestión logra bajar el índice de pobreza de 46% a 22%, aunque en
su segundo mandato se remontará a 27% 4
De modo, que el Consenso de Washington vino a ser visualizado por Menem como la medicina
apropiada para una economía languidecida, por lo que se concibió que la crisis económica en la
región y, particularmente en Argentina, tuvo su origen en el intervencionismo del Estado y por la
deficiencia de éste en frenar el crónico déficit público. Frente a la brutal hiperinflación en la
Argentina de la década de los 90, el referido recetario neoliberal de manera muy coyuntural auspicio
cierta estabilidad financiera apoyado en el denominado plan de convertibilidad, estableciendo una
paridad cambiara con el dólar.
Pese a lo cual, el resultado de la aplicación de todo el conjunto de los diez mandamientos del
Consenso generó más penuria a largo plazo que soluciones de muy corto plazo, y, si ciertamente
impactaron en un acelerado crecimiento de la economía, empero, el desempleo alcanzó “14,5%,
sumado a la tasa de sub-empleo de 13,2% representando unos 3,7 millones de personas con
acentuados problemas laborales” 5 , con un incremento extraordinario de los índices de pobreza e
indigencia en el gobierno que sucedió al arquetipo de la gran reforma neoliberal, alcanzado la pobreza
hasta “un 46%, con el agravante de una deuda externa total de 139 mil 680 millones de dólares.
Generando la mayor crisis política en las últimas décadas, con cuyo desplome la pobreza continúo su
escalamiento remontándose en el gobierno de Eduardo Duhalde al astronómico indicador de 66% 6 en
2002.
Esta dramática situación socioeconómica que impacto a uno de los principales miembros del bloque
económico de Mercosur, fue en cierta medida subsanada por el favorable impacto de la gestión de los
Kirchner, iniciando con Néstor, quien logró bajar el indicador de la pobreza de un 66% a un 30%, en

2003” 7 . Es decir, más de un 50% de reducción de las carestías y precariedades que ahogaba al pueblo
del legendario guerrillero Che Guevara, y, los astros de la música romántica y de contenido en
América Latina: Facundo Cabral, Leonardo Fabio y Alberto Cortez, “Cuando un amigo se va”.
Mientras Cristina logróò bajar la misma de un 37% a un 28% en 2007. No obstante, en el gobierno
sucesor del ex presidente Macri, se elevó la inflación a un 56,5%, y el índice de pobreza a un 40%.
Transcurrido cuatro décadas, la Argentina de los héroes futbolísticos: Maradona y el balón de oro
Messi, con un nivel hiperinflacionario de 142% interanual, se ve ante el drama de un nuevo
mandatario en cuyos planes pretende reeditar las medidas del referido Consenso de Washington que
van desde una amplia política de privatizaciones, (aunque se debe ponderar que no toda privatización
es perjudicial.), retomar la convertibilidad de la moneda, lo que limitará la soberanía monetaria del
país sureño, que podría causarle serios inconvenientes de competitividad en materia de su diseño de
su política de comercio exterior.
Así, el nuevo inquilino de la emblemática Casa Rosada, señor Javier Milei, se plantea desmontar los
programas de asistencia sociales, eliminar unos diez ministerios, entre lo que se destaca el cierre de
los ministerios de salud y educación. Seguido de medidas draconianas como recortar los fondos de
jubilaciones y pensiones, entre otras iniciativas en extremo complejas, como el cierre del Banco
Central, el cese de las relaciones comerciales con sus principales socios comerciales Brasil y China;
sumado a su negación de ser parte del pujante grupo de los BRICS.
Estas medidas que constituyen a priori el recetario gubernamental del señor Milei; quien de haber
sido técnicamente un desconocido en el argot de la política pasa a ocupar el trono presidencial de la
legendaria Casa Rosada, la misma que acogió a los carismáticos líderes Juan Domingo y Evita Perón;
siendo Domingo el único político en ser elegido tres veces presidente de Argentina, iniciando su
experiencia de la primera magistratura en los convulsionados años de la post segunda guerra mundial
en 1946.
Sin embargo, a pesar de su carga de ideas ultra liberales y conservadoras, el señor Milei no cuenta
con los votos congresuales que les permitan encaminar tan osada aventura que a toda luce podrían
impactar sustancialmente la estabilidad económica, política y social del tercer mayor granero de
América. Pues, los peronistas aun controlan “el Senado y 107 diputados de los 257, mientras Milei
apenas alcanza 38” 8 , que sumado a los del ex mandatario Macri no son suficientes para la aprobación
de leyes, reformas y presupuestas, lo que constituye un freno a las aspiraciones del recién electo
mandatario, quien con bastante modestia ha definido su nuevo cargo como un trabajo.
Finalmente, vale la pena preguntarse si el oficialismo no se percató de que la oferta electoral de su
oponente es reeditar las controversiales medidas de ajuste de estómagos que dieron paso a la mayor
crisis socioeconómica que conozca la historia de Argentina, y que provocó la desarticulación de todo
el sistema financiero llevando el pueblo a la hambruna total. No pudo el peronismo presentar otro

notable candidato que no fuera el símbolo (Massa), del proceso hiperinflacionario que ha menguado
los maltrechos ingresos de la ciudadanía de escasos recursos. Es evidente que Milei fue subestimado,
a pesar de haber demostrado su plena convicción en su lucha “libertaria” por el poder.
Que por igual, Massa cometió el error político de haber prometido flexibilizar las medidas sobre el
portes de armas cortas, después de haber propuesto endurecer su control a fin de frenar la
proliferación de dichas armas, lo que influyó negativamente en su mermada credibilidad; escenario
que fue capitalizado por su oponente, que a su vez, prometió diversas iniciativas populistas, entre las
cuales se destaca el desmonte del control en el cambio del dólar lo que constituye una medida odiosa
para los consumidores demandantes de la codiciada divisa, y, que termino sumando un caudal de
votos al presidente electo Javier Milei, quien tiene ahora la alta responsabilidad de parar la
hemorragia hiperinflacionaria que se traga los exiguos ingresos del maravilloso pueblo argentino.