Pese a que los Estatutos definen nuestro Partido, el de la Liberación Dominicana, como una organización política de naturaleza progresista, popular y moderna, restan aplicar algunas cosas para que se ajuste a la última de las cualidades citadas, la modernidad.
En verdad hemos dado importantes pasos en la inclusión de la tecnología de la información y comunicación, actualizando la sede nacional, usando el rigor científico para las campañas y promoción de nuestras propuestas y candidaturas, pero otras cosas se encuentran aún en el tintero.
En el VIII Congreso Ordinario Comandante Norge Botello, avanzamos en esa dirección, incluso aprobando reglamentos para aplicar las resoluciones de dicho Congreso, pero nos quedan muchos temas pendientes.
No se concibe un PLD fuera de los debates de los grandes temas, circunscribiéndonos solo a la temática política.
Nuestros dirigentes tienen claros los enfoques sobre temas de nueva generación, pero no se socializan, porque nos hemos apartado de la línea de enseñanzas, que se aprendió en los orígenes.
Desde algunos de los órganos se hacen esfuerzos para opinar, decir, fijar posición, pero no se encuentra la receptividad en la dirección que hagan suyos los conceptos y conclusiones a que se arriben en esas estructuras de trabajo.
¿Que pensamos sobre el cambio climático, los feminicidios, la seguridad ciudadana, el tránsito, la energía alternativa, la elaboración de la materia prima, el sistema electoral dominicano, la migración, la seguridad social, el modelo económico, el endeudamiento, la afiliación internacional, los esquema seguidos en el sistema educativo, el modelo de industria, la salud, relación democracia con nivel de vida de la gente?, en fin una amplitud de temas sobre los cuales nuestros dirigentes y militantes deben afinar sus ideas.
Debemos pasar de la palabra a los hechos. Lo plasmado en el papel tiene que ser llevado a la realidad para cumplir con uno de los axiomas del profesor Juan Bosch quien en su ideario dejó establecido que “La obra buena de los muertos, como su obra mala, es propiedad de la historia; pero la obra buena del porvenir es el fruto de las buenas intenciones y de la capacidad para convertirlas en hechos”.