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Prometió Donald Trump dejar su huella en la residencia oficial y oficina del presidente de Estados Unidos y decidió cambiar decoraciones con exaltación del dorado; la pavimentación del jardín, una enorme asta y un lujoso salón de baile.
Este 20 de octubre comenzaron las demoliciones en parte del Ala Este de la mansión ejecutiva, pese a la falta de aprobación de la Comisión Nacional de Planificación de la Capital.
Trump anunció en julio su deseo de hacer esa transformación en la que -dicen- es la “Casa del Pueblo”, pero no será barato. Costará al menos 250 millones de dólares el proyecto que, según él, aliviará la carga de organizar grandes cenas de estado y otros eventos con aforo limitado debido al espacio disponible.
Para algunos críticos la demolición en el Ala Este de la Casa Blanca es como una potente metáfora de la presidencia destructiva de Trump. La representante Pramila Jayapal advirtió que mientras está en marcha este proyecto vanidoso, los costos de la atención médica se están disparando y los empleados federales no cobran.
“Y ¿qué está haciendo Trump? ¿construyendo un salón de baile dorado?”, subrayó la congresista demócrata por el estado de Washington.
El diario The Washington Post informó sobre el momento en que los trabajadores utilizaron una retroexcavadora para derribar la fachada del Ala Este y Trump luego celebró el inicio de de este “proyecto muy necesario” en la Casa Blanca.
Sin citar una prueba, Trump escribió en su plataforma Truth Social que «durante más de 150 años, todos los presidentes han soñado con tener un salón de baile en la Casa Blanca para recibir a la gente en grandes fiestas, visitas de estado, etc.»
El financiamiento del ostentoso salón provendrá de las donaciones que solicitó el republicano a algunas de las corporaciones más acaudaladas de Estados Unidos, incluyendo aquellas con contratos a nivel de gobierno e intereses en la desregulación. Por ahí están Apple, Lockheed Martin, Microsoft, Meta, Google, Amazon y Palantir para dar fe de ello.
La semana pasada, recuerdan medios locales, el presidente Trump celebró una exclusiva cena en la que participaron los que más aportarán en la ejecución del salón, una iniciativa que no pocos tildaron como «dinero a cambio de acceso».
La arracada de estas labores es contrastante, porque el gobierno federal entra este miércoles en su vigésimo segundo día de cierre (shutdown) tras quedarse sin dinero para que siga funcionando.
Aún ni republicanos ni demócratas se ponen de acuerdo para aprobar en el Senado un proyecto de ley de gastos -ya avalado en la Cámara de Representantes- que permita la reapertura.
Ante esta situación, la senadora Elizabeth Warren (demócrata por Massachusetts) inquirió «¿ah, estás diciendo que el coste de la vida se está disparando?». «Donald Trump no te oye por el ruido de las excavadoras demoliendo un ala de la Casa Blanca para construir un nuevo y grandioso salón de baile», acotó.
En tanto, Andy Kim, también senador demócrata, pero por Nueva Jersey, confesó su tristeza al observar cómo se viene abajo parte del histórico edificio. El legislador compartió una antigua foto de su familia en el Ala Este de la Casa Blanca antes de ser demolida.
“No necesitábamos un salón de baile financiado por multimillonarios para celebrar a Estados Unidos (…) “Es repugnante lo que está haciendo Trump”, dijo.
John Adams fue el primer presidente en establecer su residencia en la Casa Blanca el 1 de noviembre de 1800.
En su segundo día de estancia escribió una carta a su esposa Abigail a quien le expresó: «Rezo al Cielo para que otorgue las mejores bendiciones a esta casa, y a todos los que en adelante la habiten. Ojalá que solo hombres sabios y honestos gobiernen siempre bajo este techo».





