Por: María Hernández | Cual si se tratara de una película de suspenso quienes abordábamos el tren de Manhattan al Bronx, en Nueva York vivimos una experiencia única y que debe llamar a reflexión a las autoridades de esa nación, que se presenta como ejemplo de democracia y de lo que se debe y no se debe hacer ante el mundo .
Ya teníamos la información de que los fines de semana los medios de transporte masivos se ralentizaban en toda la zona, pero no sabíamos que era tan notorio y perceptible.
El tren está detenido y tarda unos quince minutos para arrancar. Luego en todo el camino va haciendo paradas como si algo no andara bien, hasta que finalmente el conductor del tren informa a los pasajeros que debemos bajar en la próxima parada debido a los desperfectos que presentaba el tren.
Ahí comienza el calvario, pero lo peor sucede cuando comenzamos a bajar del tren cerca de la estación 145.
Al bajar en esa intersección observamos una escena que a ningún ser humano le podía pasar desapercibida.
Decenas de personas, de diferentes edades tiradas en el piso jadeantes y en estado de delirante debido a todas las sustancias alucinógenas que habían consumido.
Al parecer, como esas sustancias son legales en la mayoría de los estados de esa gran nación esas personas lo que hacen es sobrevivir en medio de su mundo y, al parecer, no les importan a nadie.
Hay estados de ese país en donde sí se ayuda a esas personas que ya se encuentran en estado de indigencia y como zombies.
Hay que destacar el hecho de que ninguno se abalanzó sobre nadie para atacarlos, pero al salir de esa especie de tribulación, la mayoría solo atinaba a decir: oh my god, oh mi Dios.