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Por: Jose Manuel Castillo Betances | El presidente estadounidense Donald Trump y el presidente ruso Vladimir Putin no cesan en su proceso de búsqueda de la paz. Su determinación en favor del diálogo internacional continúa siendo una señal de esperanza en un escenario global cargado de tensiones y rivalidades. La paz se construye con esfuerzos, no es fruto de la improvisación, sino de la voluntad política y del liderazgo que apuesta por la razón antes que por la confrontación.
Prontamente, el secretario de Estado, Marco Rubio, sostendrá una reunión de alto nivel con el canciller ruso Serguéi Lavrov, un diplomático con vasta experiencia y visión estratégica, con quien mantiene una relación de respeto y comunicación franca. Este encuentro será un paso decisivo en la continuidad de la reactivación de los canales diplomáticos entre Washington y Moscú, en procura de construir confianza mutua.
Asimismo, se ha propuesto una Cumbre Vladimir Putin–Donald Trump en Budapest, Hungría, uno de los escasos países europeos que propugnan por la diplomacia preventiva, concebida como un espacio neutral para abordar la agenda de la paz, la seguridad global y los desafíos geopolíticos contemporáneos.
Este gesto revela que, más allá de las diferencias ideológicas y los intereses de poder, ambos líderes reconocen la urgencia de promover una nueva arquitectura de entendimiento internacional.
En tiempos donde prevalecen los conflictos armados, las guerras híbridas y la desinformación, la diplomacia preventiva emerge como un instrumento esencial. Evitar la guerra mayor antes de que estalle y apagar el fuego en Kiev es el mayor logro que puede alcanzar un estadista. Por eso, este proceso en marcha entre Estados Unidos y Rusia representa mucho más que una negociación bilateral sobre la guerra en Ucrania: simboliza una apuesta por el equilibrio, la sensatez y el respeto mutuo.
Trump ha demostrado que la búsqueda de la paz no se limita a los discursos. Durante su gestión anterior promovió acuerdos históricos en el Medio Oriente y fomentó canales de diálogo con Corea del Norte, así como en África entre El Congo y Ruanda. Hoy, vuelve a colocarse en el centro del tablero geopolítico internacional, no para imponer, sino para negociar desde la fuerza moral y la prudencia estratégica. El drama humano se agrava al observar los múltiples escenarios de guerra y conflicto que, en conjunto han dejado más de 5,2 millones de víctimas mortales, más de 10 millones de personas heridas y, según el informe del ACNUR de 2024, al menos 117,3 millones de refugiados y desplazados forzosos en todo el mundo. Estas cifras consolidan la mayor crisis humanitaria registrada en la historia reciente, reflejando el profundo deterioro de las condiciones de vida y la vulneración masiva de derechos fundamentales. En este contexto, los pueblos del mundo claman por un liderazgo responsable y comprometido con la paz, capaz de detener la espiral de violencia y restablecer la confianza entre naciones. Por ello, merece reconocimiento toda iniciativa orientada a promover el diálogo, la diplomacia y la resolución pacífica de los conflictos. En ese sentido, destacamos los esfuerzos de diversos actores internacionales que, desde distintas posiciones, han apostado por la negociación y la estabilidad global, entre ellos Donald Trump, Vladimir Putin, Marco Rubio, Serguei Lavrov y también el presidente rumano Víctor Urbán.
La historia ha demostrado que la paz no se decreta: se construye con perseverancia, gestos de buena voluntad y decisiones valientes. Y aunque muchos duden o critiquen, el hecho de que las potencias más influyentes del planeta conversen ya es una señal alentadora.
Trump es un negociador nato y no se rinde porque comprende que la paz verdadera no se conquista en los campos de batalla, sino en las mesas de diálogo. Ojalá que su fórmula pacificadora se aplique a todas las regiones del mundo donde los conflictos belicistas ahogan al ser humano. La confrontación bélica es perdida por todos los ángulos y sólo beneficia a un grupúsculo de transnacionales comercializadoras de armas.
La humanidad necesita más estadistas que entiendan que cada acuerdo logrado es una vida salvada, y que cada palabra sustituye una bala. En ese sentido, el empeño de estos líderes por mantener abierta la vía diplomática reafirma un principio universal: la paz sigue siendo la más noble de todas las victorias. La historia siempre distingue entre quienes hablan de paz y quienes realmente la construyen.





