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Por: Margarita Cedeño | Aunque aún permanece latente en el mar Caribe el riesgo que presente el huracán Melissa, en su paso cerca de la República Dominicana ha dejado tras de sí un sentimiento de vulnerabilidad colectiva al que debemos prestarle atención. No fue un fenómeno de magnitud extraordinaria, pero sí un recordatorio contundente de las brechas estructurales que aún existen en la República Dominicana en lo relativo a drenajes insuficientes, viviendas ubicadas en zonas de alto riesgo, falta de planificación urbana y sistemas de alerta temprana que no siempre logran llegar a tiempo a las comunidades más expuestas o responder con eficiencia a la realidad de fenómenos cada vez menos predecibles.
Cada vez que una tormenta nos golpea, la conversación gira mucho en torno a las obras físicas pero muy poco en torno al perfeccionamiento de nuestra capacidad de prevención, que no se trata solo de un asunto técnico o meteorológico, sino una política pública transversal que debe incorporar desde la educación ambiental hasta la gestión territorial, pasando por el fortalecimiento institucional y la inversión en infraestructura resiliente.
El cambio climático no es un fenómeno abstracto. Está acelerando patrones de lluvia más intensos, prolongando las sequías y haciendo más frecuentes los eventos extremos. Países como el nuestro, con sus costas frágiles, ríos intervenidos y una alta densidad poblacional en áreas vulnerables, estamos más expuestos a la crudeza del cambio climático.
En este contexto, la protección del medio ambiente y la adaptación al cambio climático no pueden seguir tratándose como temas separados. La deforestación, la contaminación de los ríos y la ocupación irregular de cuencas son factores que agravan el impacto de cualquier tormenta.
Pensando en eso creamos el Índice de Vulnerabilidad ante el Cambio Climático (IVACC) del SIUBEN (hoy al parecer le llamarán ANACAONA) como una de las herramientas más valiosas para identificar las comunidades con mayor exposición a riesgos naturales y climáticos. Este índice combina variables como el nivel de pobreza, las condiciones de las viviendas, el acceso a servicios básicos y la ubicación geográfica para ofrecer un mapa de riesgo social y ambiental.
Sin embargo, su verdadero potencial está en que sirva de base para la acción pública. Los datos del IVACC deberían orientar la inversión en infraestructura, los programas de reasentamiento, la educación ambiental y los planes municipales de ordenamiento territorial. Si no se traducen en decisiones, seguirán siendo cifras en un informe.
Para eso, frente a la reiterada vulnerabilidad del país, debe instalarse una Mesa Nacional de Evaluación y Prevención de Desastres Naturales, con el objetivo de evaluar los protocolos actuales, mejorar los sistemas de alerta temprana, coordinar planes de evacuación comunitarios y establecer estándares de infraestructura resiliente. En un país donde los eventos climáticos se repiten con creciente intensidad, no se trata de si volverá a ocurrir, sino de cómo estaremos preparados cuando ocurra.
Por eso, Melissa debe movernos a reflexionar más allá del impacto inmediato. Es un desafío a transitar de una cultura de respuesta a una cultura de prevención, planificación y sostenibilidad, porque el cambio climático es irreversible, pero la vulnerabilidad no tiene por qué serlo. La República Dominicana cuenta con el conocimiento, los datos y el talento técnico para construir un sistema más eficiente y solidario frente a los desastres naturales. Lo que hace falta es decisión política y coordinación institucional.





