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Por: Carlos Rodríguez | La inminente audiencia del Tribunal Constitucional este 30 de abril ha reabierto el debate sobre la posibilidad de que figuras históricas, como Danilo Medina, regresen al escenario político dominicano. Sin embargo, es fundamental destacar que Danilo no solo sería el candidato más popular entre los tres posibles postulantes, sino que su legado de gestión gubernamental establece un claro contraste con la administración actual y una visión más amplia en comparación con Luis Abinader y Leonel Fernández.
Durante su tiempo en la presidencia, Danilo Medina implementó políticas que impulsaron el crecimiento económico del país, logrando tasas de crecimiento sostenidas y elevando los estándares de vida de la población. Su enfoque inclusivo en la educación, a través de la ampliación de la jornada escolar y la construcción de nuevas escuelas, ha dejado una huella imborrable, preparando a las nuevas generaciones para enfrentar los desafíos del futuro. Estas obras han aumentado la inversión en recursos humanos, un aspecto crucial para el desarrollo sostenible del país.
La popularidad de Medina, que alcanza desde un 48% hasta 53% según encuestas recientes, no es solo un reflejo de su carisma, sino de la confianza que ha generado en su capacidad para gobernar. A diferencia de Abinader que se está validando de efectos de distracción para frenar su caída libre en popularidad y que se encuentra marcado por la polarización y la inestabilidad económica, y de Fernández, cuya propuesta se ha desvanecido con los tres reveses consecutivos desde que partiera frente a Gonzalo y ante la emergencia de nuevos líderes, Danilo representa una opción confiable y con un historial comprobado.
En conclusión, al evaluar el futuro político de la República Dominicana, la figura de Danilo Medina se presenta como la más sólida. Su legado, popularidad y compromiso con el desarrollo del país marcan la diferencia y lo establecen como el líder que puede guiar al pueblo dominicano hacia un futuro próspero, basado en la alternancia democrática y el bienestar colectivo.
