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Por: Víctor Manuel Grimaldi Céspedes | ¿Hacia una Nueva Yalta o Potsdam?
La reunión entre Donald Trump y Volodímir Zelensky, celebrada ayer en Washington, dejó más preguntas que respuestas.
El presidente estadounidense evitó comprometerse con el envío de misiles Tomahawk a Ucrania y mantuvo una posición de cautela estratégica. El gesto confirma que, tras la llamada Trump–Putin del 16 de octubre, la prioridad de Washington ya no es prolongar la guerra, sino negociar su desenlace.
El retorno de la gran diplomacia: Trump y Putin preparan un encuentro en Budapest que podría redefinir el equilibrio global. Hungría, miembro de la OTAN pero cercana al Kremlin, servirá de mediador simbólico entre Este y Oeste.
Para Trump, la cumbre representa la oportunidad de mostrarse como artífice de una nueva paz mundial; para Putin, una vía para recuperar legitimidad internacional sin ceder en el terreno militar.
Un giro sorprendente: Al llegar a West Palm Beach tras la cita con Zelensky, Trump lanzó una declaración llamativa: instó a que la guerra en Ucrania “se detenga donde están las tropas”, afirmando que “ya se ha derramado suficiente sangre” y proponiendo que ambos bandos “reclamen la victoria” mientras “la Historia decide”.
Dijo además: “You stop at the battle line and both sides should go home, go to their families… stop the killing, and that should be it.”
Estas palabras implican una voluntad de Trump de instaurar un alto al fuego, aunque sin detallar garantías para la restitución territorial ucraniana ni comprometer el apoyo ofensivo hasta ahora prometido.
China: el factor silencioso. Mientras tanto, Xi Jinping sigue con atención cada movimiento.
Un acercamiento entre Moscú y Washington podría alterar la alianza sino-rusa y obligar a Pekín a recalibrar su estrategia global.
China busca evitar un aislamiento estratégico y aprovechar cualquier relajamiento de tensiones para fortalecer su influencia en Asia Central, África y América Latina, donde sus inversiones en energía y tecnología ya superan a las de Estados Unidos y Europa juntas.
Europa ante la incertidumbre: En el Viejo Continente, la noticia de la futura cumbre divide opiniones. Francia y Alemania defienden la necesidad de un alto el fuego, pero temen que una negociación directa entre Trump y Putin los deje al margen de las decisiones sobre el futuro de Ucrania.
Los países del Báltico y Polonia, en cambio, perciben el diálogo como un riesgo: temen que la “paz” signifique concesiones territoriales a Rusia.
Europa se enfrenta así a su propio dilema: mantener la unidad atlántica o adaptarse a un nuevo orden donde Washington actúe con autonomía.
América Latina y el Caribe: entre la expectación y la oportunidad.
El eventual acercamiento entre Trump, Putin y Xi podría también reconfigurar la geopolítica del hemisferio occidental. América Latina y el Caribe podrían beneficiarse de un escenario menos beligerante y más abierto al comercio multipolar.
Sin embargo, la región corre el riesgo de ser solo espectadora si no articula una voz común ante los cambios del poder mundial.
China ya ha consolidado su presencia en puertos, minería y telecomunicaciones; Rusia mantiene vínculos energéticos y de defensa; y Estados Unidos busca recuperar influencia a través de acuerdos bilaterales y control tecnológico.
La disputa global se traslada, poco a poco, al terreno económico y digital de nuestro continente.
¿Una nueva Yalta o Potsdam?
Las cumbres de Yalta (febrero de 1945) y Potsdam (julio de 1945) definieron el mapa político del siglo XX.
Hoy, ochenta años después, el mundo vuelve a enfrentar una encrucijada semejante: ¿se repartirá el poder global entre tres grandes actores —EE. UU., Rusia y China—, o surgirá un sistema más plural y cooperativo?
La respuesta dependerá de la capacidad de los líderes para trascender la lógica de bloques y asumir que la paz ya no puede imponerse por hegemonía, sino construirse por interdependencia.
La historia enseña que la diplomacia define el fin de las guerras, pero también los comienzos de otras.
El desafío de 2025 es lograr que Budapest no se convierta en la nueva Yalta, sino en el inicio de un nuevo pacto de responsabilidad global.