Vértigo diplomático

Por: Margarita Cedeño | El retorno de Donald Trump a la presidencia de los Estados Unidos ha colocado una vez más al mundo ante una serie de sacudidas geopolíticas que retan a la diplomacia internacional. Son muchos los analistas que advierten sobre un renovado período de incertidumbre en la política exterior global, ante el abandono de compromisos internacionales que había asumido Estados Unidos y la adopción de una visión transaccional de las relaciones exteriores y una retórica agresiva que pone a prueba la estabilidad del orden mundial.

Para nadie es sorpresa que desde el 20 de enero pasado ha retornado a los pasillos de la Casa Blanca una política exterior con los rasgos distintivos de Trump, los que inician con una mirada muy escéptica hacia las alianzas multilaterales. Una vez más, retiró a Estados Unidos del Acuerdo de París sobre el cambio climático, argumentando que este perjudicaba a la economía estadounidense, abandona la Organización Mundial de la Salud (OMS) y el acuerdo de la Organización de la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), sin olvidar sus constantes cuestionamiento a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). A esto hay que añadir, un acontecimiento insólito, la suspensión de todos los programas de cooperación patrocinados por USAID y el cierre temporal de esa cartera.

Los más avezados analistas aseguran que ya no estamos en un sistema multilateral, sino más bien ante un mundo de acuerdos entre bloques geopolíticos, lo que genera la necesidad de una negociación diplomática, comercial y económica distinta. Esto se traduce en un comercio global más fragmentado, en una amplia discusión sobre los tratados comerciales y el papel preponderante que jugarán los activos digitales en el nuevo orden financiero y en retos demográficos que afectan en mayor medida a los países en la periferia del desarrollo global. Todo esto, sin que estos últimos puedan contar con muchas alternativas dado su bajo desarrollo socioeconómico.

El mandato de Trump inicia con una escalada en el ámbito comercial que inicia con Canadá y México y que se ampliará a China y el sudeste asiático, imponiendo aranceles por miles de millones de dólares a productos y restringiendo la actividad de muchas empresas para reducir el déficit comercial y proteger la industria estadounidense. Lo que podría traer como consecuencia, la fragmentación de las cadenas de suministro globales y el exacerbar la rivalidad entre ambas potencias, bajo la promesa de que mejorará las condiciones de vida de los estadounidenses.

En ese contexto, América Latina se encuentra en una encrucijada, la que podría despejarse con la visita del Secretario de Estado, Marco Rubio, que ya estuvo en Panamá, donde generó un cambio de política en torno a las relaciones de Panamá y China, ante la amenaza de Trump de exigir la devolución del Canal de Panamá. Importantes cuestionamientos deberán hacerse sobre el futuro de la Alianza por la Democracia y en relación a medidas de incentivos como la Ley de CHIPS, que buscaba inyectar importantes recursos económicos en Panamá, Costa Rica y República Dominicana.

El vértigo que genera el retorno de Trump a La Casa Blanca podría reforzar posturas nacionalistas, con una visión aún más aislacionista en términos de política exterior. El mundo ya ha experimentado las consecuencias de las acciones decididas de Trump. Si bien algunas de sus políticas ofrecieron resultados tangibles en materia de seguridad y comercio, su enfoque unilaterialista amenaza la estabilidad global. El vértigo de la incertidumbre vuelve a acechar a la diplomacia internacional y República Dominicana no escapa a esa situación.