Por: Carlos Manzano | En los últimos meses la delincuencia en nuestro país se ha desbordado a unos
niveles tales que se percibe a una población sumida en el pánico y el terror, dando la
impresión de que se le ha ido de las manos a las autoridades, que se muestran a veces
acorralados, faltos de iniciativas y políticas públicas que realmente impacten en la
reducción de la delincuencia y el crimen organizado.
Las personas que transitan por las calles o permanecen en sus hogares viven en
un estado de inseguridad y terror.
Ante este panorama tan aterrador, la reacción de las autoridades ha sido
simplemente desplegar la fuerza del orden público para intensificar la represión contra
la delincuencia, medida que ciertamente podría reducir momentáneamente la
delincuencia, pero no evita la permanencia de graves problemas socioeconómicos y
culturales que subyacen en la sociedad y se muestran, cada día más, amenazantes y
destructivos.
Es necesario que nos aboquemos a una comprensión más integral y amplia de
las causas que generan este mal en nuestro país, lo que implica integrar una diversidad
de programas y acciones encaminadas a la formación y la educación ciudadana, pero,
sobre todo, a la formación y educación de las autoridades y agentes policiales.
Se trata de programas y acciones que tengan como objetivo atacar las causas
originarias que propician la delincuencia. Programas y acciones que nos involucren a
todos y que contemplen un acercamiento y una mejor comprensión de la delincuencia
de parte del segmento de la población (que es mayoritario) que no se identifica y
rechaza de pleno las acciones delincuenciales y criminales.
La delincuencia es un problema social y humano que nos perturba y nos afecta
a todos, por lo que su abordaje en la búsqueda de soluciones siempre habrá de
involucrarnos a todos.
El delincuente que se persigue y reprime en los diferentes barrios de nuestras
ciudades es el joven con menos oportunidades para estudiar, para alimentarse, para
vestirse, para recrearse y formarse de manera segura y saludable. Los estudios
realizados en ese ámbito así lo confirman.
Mientras más amplio y cercano sea el espacio para una persona integrarse a una
vida social digna y decente, a través de los mecanismos generadores de oportunidades
que debe propiciar el Estado, menos son las posibilidades para que una persona pueda
verse atraído por ese maldito mundo de la delincuencia.
Las políticas que hasta ahora ha venido implementando el Estado dominicano la
verdad que no son las más adecuadas, ya que han sido elaboradas sin que los
principales actores, representantes de los diversos sectores de la sociedad, hayan
participado de forma activa en la fase de su formulación.
Pareciera como si nos encontráramos en un callejón sin salida. La ansiedad y la
desesperanza ha llevado a muchos grupos de ciudadanos a responsabilizarse de su
propia seguridad, aun a riesgo de involucrar a la comunidad en un mayor conflicto.
Las expectativas de los ciudadanos es que del gobierno lleve a cabo acciones
eficaces que garanticen comunidades más seguras a la población, a todos los niveles.
El énfasis del gobierno debe estar puesto en el diseño e implementación de
políticas públicas de carácter preventivo, relacionadas con las variadas áreas del
quehacer humano (económico, social, cultural, educacional, de recreación, entre otras)
que inciden directamente en el fenómeno de la delincuencia.
Una alternativa que se ha venido ensayando en varios países es la organización
ciudadana para combatir la delincuencia, que busca una participación activa de una
sociedad debidamente informada y empoderada para la elaboración de los planes y
programas de seguridad, así como para determinar las prioridades de acción.
Solo asi podremos afrontar el flagelo de la delincuencia en nuestro país de
manera exitosa para bien de esta sociedad sumida en el pánico y la desesperación.